Faltaban veinte minutos para que fuese medio día de la penúltima fecha de amor y amistad del siglo XX. En medio del calor sofocante de la media mañana que hacía en aquella sala de parto de la clínica Paternon en Bogotá Colombia, se podían escuchar los primeros lloriqueos de un niño, que quería demostrar lo fuerte que estaban sus pulmones. ¡Es muy grande y sano! exclamó el doctor, satisfecho por los resultados del parto.
Pasaron horas, días y a su vez pasaron meses y el niño que nació en aquel momento empezó a crecer en el seno de una familia pequeña, católica y muy amorosa, compuesta por un padre y una madre. El padre, un asesor comercial de carácter frío y serio por fuera, pero de un corazón noble y muy grande por dentro. La madre, una ama de casa independiente con un gran carisma y amor por su hijo.
El pequeño estudió toda su vida en el mismo colegio. De Quinder a Transición fue el consentido de los profesores, algo callado y llorón, pero de los más inteligentes de su clase. En primaria sufrió de Bullying por parte de algunos de sus compañeros, pero sin dejarse afectar, este valiente logró superarlo y empezar bachillerato con todos los ánimos. De Sexto a Once este niño pasó a ser un adolescente, que descubrió su pasión por el fitness, la lectura y la escritura.
El joven casi adulto empezó a estudiar comunicación social y periodismo en el año 2016. Lleno de incertidumbre sin saber si su elección habría sido la correcta, decidió hacer de esta profesión su plan de vida. Fueron pasando los semestres, y poco a poco este chico se enfocó en la comunicación digital como futura salida laboral.
Actualmente, ese bebé que nació en esa fecha de amor y amistad, es una persona muy creativa, propositiva, que le encanta trabajar en equipo, con el fin de desarrollarse profesionalmente y aportar su grano de arena al progreso de una empresa y una sociedad.
¡Ese muchacho, soy yo!
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